Dada la habilidad inigualable que Auguste Rodin siempre mostró para esculpir figuras que sugirieran intensidad emocional y tensión y movimiento, resulta casi asombroso que ahora una película dedicada a homenajearle haga precisamente lo contrario, convirtiendo a los seres humanos que la protagonizan â"que, además, son artistas llenos de pasiónâ" en algo parecido a pedazos inertes de arcilla. En manos del director Jacques Doillon, las escenas por las que esos personajes transitan se suceden c omo epígrafes de una entrada de la Wikipedia.
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