Más de una vez Werner Herzog ha sorprendido a la crítica y al público, tanto por sus obras cinematográficas como por su singular forma de interpretar la realidad, la sociedad y el quehacer artístico. Un asombroso capítulo de este director alemán es de cuando cocinó y se comió (literalmente) su zapato. ¿Por qué? Porque prometió que lo haría si su amigo y protegido, Errol Morris, terminaba de una vez por todas su ópera prima, el doc umental Gates of Heaven.
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